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SANTIAGO
27 de Noviembre de 2001 |
Escuelita en el San Borja-Arriarán tiene
una sala, pero harto amor
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Enfermedad
no se las gana a niños que asisten a clases
en hospital |
Los profes que
hacen clases en la Escuela Nº 679, una salita
en el San Borja-Arriarán, tienen una doble
vocación: Enseñar y ayudar a que
sus alumnos venzan las graves enfermedades que
los obligan a permanecer en el hospital.
"Nos encanta lo que hacemos, porque aparte
de educar, entregamos todo nuestro cariño
y compañía frente a dolencias, de
alto riesgo", apuntó la maestra Gabriela
Cabezas.
En la escuelita, sus dos computadores, la tele
con video, la biblioteca, el material didáctico,
las emociones, los pensamientos, el juego y los
sentimientos son las herramientas para el aprendizaje
de los peques. Los tres profes tienen en promedio
unos veinte alumnos cada uno. Aunque ese número
depende también del tiempo de tratamiento
que los cabros de 5 a 18 años de edad deben
pasar en el hospital.
Los chiquillos llegan un poco tímidos, cargando
dolencias y rabias contra crueles enfermedades que
los alejan de los papis, amigos y compañeros.
En sillas de ruedas, arrastrando tubos de oxígeno,
ocultando cabecitas rapadas, cojeando o con rostros
cansados, los enanos entran a la sala. En el interior
todo cambia, se olvidan penas, se distrae la mente,
se sueña con mundos de arte, ciencias y humanidad
y se empapan de energías positivas. |
Ejemplos de superación |
Sandra Briones, de 9 añitos,
con mal funcionamiento cerebral y pulmonar, asistida
con oxígeno, respira ganas de vencer su
propia lucha. "Me molesta estar con este
balón de aire, pero tengo que hacerlo.
Ya me estoy acostumbrando... Este es mi primer
día en la escuela y me gusta porque parece
entretenida", afirmó.
Oriundo de Puerto Montt, con tres años
asistiendo a clases, y ocho en tratamiento médico
debido también a una insuficiencia respiratoria,
Aladin Cornejo igual se divierte en las horas
de clases. "Aquí tengo amigos y puedo
trabajar en el computador. Tengo que estudiar
porque quiero ser abogado para ayudar a la gente",
verseó.
Marjorie, de 10 años, nacida en Copiapó,
con un tumor en la columna vertebral, también
encuentra un espacio en donde se olvida de su
dolencia que la mantiene en silla de ruedas. "Aquí
podemos hacer tareas y trabajar en manualidades
y una se entretiene mucho", afirmó. |
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