La
enseñanza en camillas se ha convertido
en una alternativa para los cientos de niños
que deben permanecer largo tiempo internados en
hospitales. Según las cifras del Ministerio
de Educación, 215 alumnos asistieron a
aulas hospitalarias durante el año pasado,
gracias al trabajo de un grupo de profesionales
que día a día atienden a pequeños
que, por enfermedades o accidentes, ven interrumpida
su escolaridad.
Es el caso de Jason, un niño
de 10 años que sufre una complicada enfermedad
que lo tiene postrado en una silla de ruedas desde
su nacimiento. La única escuela que conoce
es la del Hospital San Borja Arriarán.
"Yo tengo un problema en mis piernas desde
que nací y por eso no puedo caminar",
cuenta el niño, adelantándose a
cualquier pregunta. "Pero ya me estoy parando,
y sé que algún día voy a
caminar", agrega.
La escuela a la cual asiste Jason
depende de la Fundación Educacional Carolina
Labra Riquelme, creada en 1998 para ayudar a los
menores que permanecen por mucho tiempo en los
hospitales y se ven impedidos de asistir a clases.
"Tratamos de imitar la experiencia
de España, donde las escuelas hospitalarias
se han desarrollado con gran éxito y en
Chile han funcionado a la perfección",
dice la subdirectora de la fundación, Alejandra
Torres.
Reconocimiento
El año 1999 el Ministerio
de Educación dio su reconocimiento oficial
a las diez escuelas hospitalarias que existen
en el país, entre las cuales se encuentran
las de los hospitales Pedro Aguirre Cerda, San
Borja Arriarán, Luis Calvo Mackenna, Exequiel
González Cortés, Sótero del
Río, Teletón, Gustavo Fricke de
Viña del Mar o la recién inaugurada
escuela del Hospital de Talca. (Ver recuadro)
"Los niños asisten
a clases en la medida que su tratamiento se los
permita. Los que no pueden, porque se ven obligados
a permanecer en cama por su enfermedad, reciben
la visita de las profesoras a las piezas",
cuenta Alejandra Torres.
En una sala repleta de colores,
juguetes y libros, estudian los niños de
la Escuela Sol Naciente, del Hospital Pedro Aguirre
Cerda.
A la mayoría les encanta
ir a clases. "Acá se sienten normales,
se olvidan de las terapias, de los sufrimientos,
de los remedios. Juegan y hacen las tareas como
cualquier niño normal", cuenta la
profesora Paula Saavedra.
La misma experiencia se vive
en la Escuela del hospital Luis Calvo Mackenna.
"Nosotras nos sentimos orgullosas de nuestra
labor, sobre todo después de saber que
uno de nuestros alumnos sacó 845 puntos
en la Prueba de Aptitud Académica en la
parte matemática. Él tiene leucemia,
pero gracias a su esfuerzo y nuestro aporte ha
logrado salir adelante", afirma la administrativa
Isabel Ríos.
Esa escuela tiene 50 niños
matriculados y, por lo mismo, necesita ampliarse.
"Se nos hizo muy chico el espacio y por eso
tenemos como proyecto crear una multisala para
que los niños estén más cómodos",
aclara la funcionaria.
Pero no sólo conocimientos
reciben los pequeños del Hospital San Borja
Arriarán. "Complementamos la educación
formal con ayuda sicológica para que los
niños y sus padres puedan enfrentar de
mejor forma la enfermedad", cuenta Jessica
Torrejón, sicopedagoga de la Escuela No.
1679, de ese centro asistencial. |
Escuela
en Talca |
El año
pasado, en Talca, más de cuatro mil
500 niños permanecieron en alguna
unidad del Hospital Regional, la mitad de
ellos en edad preescolar, básica
o especial (4 a 14 años). En promedio,
cada uno estuvo internado cerca de tres
meses y durante un periodo similar en tratamiento
ambulatorio, con el consecuente retraso
en el logro de objetivos del proceso de
formación.
Por esa razón se
planteó la idea de crear una escuela
intrahospitalaria con el fin de acoger a
todos los pequeños que se encuentren
internos en el hospital. Hace algunos días
esta idea se hizo realidad, gracias al financiamiento
del Ministerio de Educación, del
propio hospital y de la municipalidad.
La gestora de la iniciativa
es la profesora diferencial Aída
Muñoz, docente de la Escuela Carlos
Trupp de Talca, quien, junto con una auxiliar
y otra maestra, enseñan con paciencia
y cariño a sus especiales alumnos.
La idea es trabajar estrechamente
con los programas del Ministerio de Educación
y con las escuela de origen de los niños.
Los menores que puedan movilizarse asistirán
a clases, mientras que los demás
serán atendidos en los distintos
pabellones, sin discriminar la patología
que padezcan. |
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