SANTIAGO
16 de Abril de 2001
FUNDACION EDUCACIONAL CAROLINA LABRA:

AULAS HOSPITALARIAS

Hay niños que por enfermedad o accidentes ven interrumpida su escolaridad o, peor aún, no tienen la oportunidad de estudiar. Pensando en ellos, se creó en 1998 la fundación Carolina Labra Riquelme, que a través de pequeñas escuelas en dos hospitales de Santiago acerca con cariño y dedicación la enseñanza a las camillas.
Por Cristián M. González S.
Diario El Mercurio

SON las diez y media de la mañana y hace más de una hora que las clases comenzaron en el Hospital San Borja-Arriarán. Aquí no suena la campana, no hay uniformes ni nadie lleva una manzana al maestro. Pero como en el resto de los colegios, sí hay profesores, ramos, alumnos estudiosos... y otros no tanto. A esa hora del día, Héctor (9) y Patricio (8), mientras hacen sus tareas, tienen como únicas compañeras a las muletas que les ayudan a caminar debido a las operaciones que intentan corregir sus piernas. De pronto se abre la puerta y sobre una gran camilla gris entra otro pequeño saludando a todo el mundo concentrado en esa acogedora sala de clases. Jordan tiene diez años, es de Copiapó y en los últimos tres meses ha sido operado de los tendones, la cadera y la columna, ficha clínica que el yeso en ambas piernas evidencia. Aún le quedan otros cuatro meses de recuperación. "Ya estoy aburrido en el hospital, pero vengo para acá porque me entretengo y veo a mis amigos", dice mientras lo instalan junto al computador. Letras, números, lápices y cuadernos comparten espacio con yesos, vendas, camillas y bastones en la Escuela N 1679 del Hospital San Borja Arriarán. Y lo mismo sucede en otro sector de Santiago, en la Escuela N 1678 del Instituto de Rehabilitación Pedro Aguirre Cerda, en la comuna de La Reina. Allí, murallas llenas de colores, con dibujos de flores y soles, alegran las jornadas de los pequeños pacientes-alumnos. Ambos colegios son fruto del trabajo desinteresado de un grupo de profesionales pertenecientes a la Fundación Educacional Carolina Labra Riquelme. Creada en 1998, esta fundación se ha dedicado a dar clases a niños y jóvenes internados en dichos centros hospitalarios y que, por razones de enfermedad o accidentes, ven interrumpida su escolaridad. "Nuestra misión es atender a niños hospitalizados y también a aquellos pacientes ambulatorios, es decir, niños que han sido dados de alta, pero que tampoco pueden ir a clases porque sus tratamientos les impiden asistir regularmente o porque, debido a su enfermedad, los colegios no están preparados para atenderlos", explica Sylvia Riquelme, presidenta de la fundación. Actualmente, en cada escuela hay un promedio de veinte alumnos, desde los cuatro hasta los 17 años, la misma edad que tiene Alejandro. Proveniente de Puente Alto, a causa de un problema renal sólo pudo estudiar hasta segundo básico. Pero ahora, gracias a gestiones de la fundación ante el ministerio del ramo, podrá cursar de tercero a octavo y rendir exámenes libres a fines de año. Desde junio de 1999 ambas escuelas cuentan con el reconocimiento oficial del Ministerio de Educación. "Eso implica que tenemos un currículum académico válido y que podemos promover de curso a los niños", precisa Alejandra Torres, coordinadora de la fundación. En cada escuela hay una profesora de educación básica y otra de educación diferencial. Las tías Gabriela y Estela, en el hospital San Borja, y Paula y Marcia, en el Pedro Aguirre Cerda, cumplen esas funciones. "Se nota que en muchos de estos niños hay ansias por aprender. Además, los saca de la situación que están viviendo", cuenta una de ellas. Pedagogía Innovadora Carolina Labra Riquelme era una joven solidaria y amistosa que murió repentinamente en 1997, a los 20 años, y que dejó un seguro de vida favoreciendo a su madre. "Me impactó porque no sabía nada de eso, pero pronto pensé que Carolina me había dejado aquel dinero para hacer algo", cuenta su mamá, Sylvia Riquelme. A partir de la experiencia personal que vivió junto con Carolina, cuando ella era pequeña, decidió crear una escuela intrahospitalaria. "Cuando tenía ocho años sufrió un accidente que la tuvo por casi un año en la clínica. Como yo soy profesora la ayudé a estudiar esos meses y logró salvar el año escolar", relata. - Entonces cuando tuve el seguro, pensamos que lo ideal era hacer un proyecto que perdurara en el tiempo y que favoreciera a la sociedad: validar la educación de los niños hospitalizados. Encontramos mucho apoyo del ministerio y durante un año y medio trabajamos en ello, elaborando un plan piloto. Recorrieron algunos centros de salud hasta que encontraron acogida, primero, en el Hospital Pedro Aguirre Cerda. Siempre inspirados en la experiencia de países como España y Bélgica, hasta donde viajaron en 1998 para empaparse en persona de la historia reciente de un movimiento educativo innovador: la pedagogía hospitalaria. Esta plantea la importancia de la actividad pedagógica como complemento de la acción médica para prevenir los posibles efectos negativos que la hospitalización puede originar sobre el paciente pediátrico, incluso por un corto período de tiempo. Así, además, se evita que el niño pierda la continuidad de su educación. "Queremos mostrar lo importante del aspecto educativo en el tratamiento y recuperación de estos niños. Lo ideal es que todos los hospitales tengan acceso a este tipo de escuelas", precisa Marcela Dedios, miembro del directorio de la fundación. Con este propósito, la fundación está gestionando una entrevista con la ministra de Salud, pues si bien existen otras escuelas de este tipo en el país, aún el número es insuficiente. "A veces nos encontramos con trabas en los hospitales, pero tenemos que abrir un camino". Uno que cada vez se torna más ancho: a fin de mes participarán en el Primer Encuentro de Escuelas Hospitalarias Latinoamericanas, en Puerto Velero, en el marco de un congreso de la Sociedad Latinoamericana de Pediatras Oncólogos. - La idea es ir creciendo en el tema de la integración de estos niños a la sociedad y al campo educacional y laboral, a largo plazo. Cimarreros Las escuelas de la Fundación Carolina Labra funcionan de lunes a viernes con un sistema de "aula abierta": los niños van a clases según el horario disponible entre sus terapias y comidas. Y como el estudio resulta entretenido, aunque suene extraño, más de algún pequeño hace la "cimarra" para ir a clases. "Muchas veces los terapeutas y kinesiólogos dicen que los niños lo único que quieren es estar en la escuela. Incluso cuando llegan muy temprano o a horarios que no son los habituales, las profesoras sospechan, porque ocurre que algunos se hacen los lesos y no van a las terapias", cuenta Alejandra Torres. Pero no todos están en condiciones de asistir a la sala de clases y, en esos casos, son las profesoras quienes acercan la educación a la camilla. Así ocurre, por ejemplo, con una pequeña de seis años que lleva tres hospitalizada en la UCI pediátrica por un problema neurológico, pero que no le quita las ganas de cursar el primero básico. Y es que uno de los objetivos es que ellos salgan, siquiera por una horas, de su enfermedad. Los pequeños descubren que la escuela es una instancia de relación social, un lugar para aprender y hacer nuevos amigos; en donde su calidad de vida mejora. En este contexto, hace poco se incorporó voluntariamente una joven sicóloga, Pamela, quien realiza talleres con los niños en torno a su autoestima y al desarrollo afectivo y emocional. Al igual que cuando ingresan, la fundación se pone en contacto con las escuelas de origen de aquellos que tienen la oportunidad de regresar a ellas. "Los profesores nos mandan las guías y materias que están pasando, así los niños trabajan al ritmo de sus compañeros y pueden reinsertarse sin problemas después". Sin embargo, no son pocos los niños sin escolaridad y, con ellos, el objetivo es lograr que continúen estudiando una vez dados de alta. Y en ese sentido, la conversación con los padres resulta fundamental e, incluso, muchos de ellos participan y colaboran con la escuela los días que visitan a sus hijos en el hospital. Así, padres e hijos descubren entre libros y cuadernos que, pese a las adversidades, la vida continúa.